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lunes, 14 de julio de 2008

La noche es larga

La voz a través del radio indica una emergencia. Rompe la calma de la Sala de Guardia de los Paramédicos de la Cruz Roja Mexicana. La instrucción es recoger a una persona que fue salvajemente golpeada en una colonia de la periferia.

El Comandante en ese momento da la orden al Subcomandante conocido como “Sierra” y al Jefe de Transporte, a quien llaman “Omega” –claves con las que son identificados- para que acudan a realizar el servicio.

Abordan una de las siete ambulancias con las que cuenta la benemérita institución. Atrás de ellos, el paramédico que conducirá el camión de rescate también se prepara para escoltarlos. Para “Sierra” y “Omega”, ésta era una noche de un jueves hasta cierto punto tranquila, ya que a esa hora –las 12- fue el primer llamado. Por lo general, los fines de semana se presentan más casos.

Las torretas de ambos vehículos son encendidas y el sonido de la sirena inunda el ambiente sombrío de las calles. Las pocas unidades en circulación brindan el paso a la ambulancia y a su escolta. El jefe de servicio que acompaña a “Sierra” y “Omega”, certifica la presencia de las mochilas que contienen el equipo básico de inmovilización, de trauma y de vías aéreas para dar la asistencia médica al herido.

“Omega” en esta ocasión es el operador de la ambulancia y a su lado está “Sierra”, quien pensativo observa todo a su alrededor. Parece que fue ayer cuando a la edad de 14 años llegó a la Cruz Roja, acompañado por “Omega” de entonces 13 años y “Bilis” –otro compañero de la Escuela Secundaria Número 54 con una edad similar a la de ellos-.

Fue por invitación del papá de otro paramédico como llegaron hace diez años ahí. Este señor era socorrista (ya casi no quedan socorristas, ahora son Paramédicos, porque están certificados como Técnicos en Urgencias Médicas y por los múltiples cursos de capacitación que reciben)

y tenía un equipo de futbol donde también participaban. Él los invitó a entrar al Comité de Juventud de la Cruz Roja –aquí iniciaba el proceso de formación de los socorristas en aquel tiempo- donde se estableció el inicio de su labor al servicio de sus semejantes.

“Sierra” por el rabillo del ojo observa cómo “Omega” está concentrado en el camino y no puede dejar de preguntarle:

-¿Recuerdas cómo empezó todo?

“Omega” asiente moviendo su cabeza y le contesta con una pregunta:

-¿Qué crees que fue lo que nos hizo quedarnos e insistir en estar aquí, pese a que hasta nos corrían los entonces socorristas, disque porque éramos aún adolescentes?

El Subcomandante medita y recuerda cómo después de que llegaron al Comité de Juventud, nunca dejaron de acudir a la institución. Estudiaban por la mañana la secundaria, -lo mismo sucedió cuando estaban en la preparatoria-, hacían sus tareas en equipo y en la tarde antes de que cayera la noche, ya estaban ahí, “sentadillos” en una banca, viendo con ojos azorados cómo los socorristas se movilizaban ante el llamado de auxilio a la central.

Deja sus pensamientos y luego de meditar la pregunta, contesta:

-Fue porque nos empezó a gustar el ayudar a los demás, dice al tiempo que agrega, es que era y es como estar en casa o ir al club, donde están tus verdaderos amigos, mismos que te comprenden porque traen el mismo rollo.

“Omega” atento al camino, ríe y luego platica: -

¿Te acuerdas cuando yo tenía 16 años y a escondidas tomé la ambulancia que provocó que el comandante nos diera a todos una sonora regañada?.

Y efectivamente, “Sierra” no lo olvida. Como para subirse a una ambulancia es necesario un seguro de vida, sus superiores no tenían más que regañarlos. Es que para ellos en su edad de adolescentes, el estar ahí, ya se había convertido en una especie de vicio, que aún lo es a los 23 años de “Omega” y 24 de “Sierra”.

El Subcomandante contesta a la pregunta de “Omega”

-Sí, pero lo que nunca olvido es cuando para poder entrar al Curso de Socorristas, la delegación de ese tiempo solicitaba que tuviéramos 15 años y fue por eso que falsificamos nuestras actas de nacimiento y así por los tres meses que duró la capacitación, pudimos subirnos a la ambulancia sin problemas.

Pero al tiempo que avanzaban en edad y tomaban el curso de técnicos en Urgencias Médicas, “Sierra” logró terminar la Licenciatura en Comunicación y “Omega” se graduó como enfermero.

De pronto, “Omega” hizo virar la unidad al costado izquierdo del camino, el ulular de la ambulancia llamaba la atención de los pocos conductores que transitaban a esa hora. De un carro estacionado a la orilla del camino, una persona baja y hace señas que indican desesperación, los paramédicos en la ambulancia se percatan de eso y se detienen, luego comprenden que en ese vehículo va la persona golpeada.

Inmediatamente los paramédicos descienden de la ambulancia con camilla y mochilas en mano. Las personas que van en el vehículo bajan por solicitud de éstos. Luego los familiares son cuestionados para saber cómo ocurrieron los hechos y poder establecer el protocolo de atención al herido o también conocido como el AVC, -A, abrir vías aéreas; V, Ventilación y C, Circulación, son los pasos que se siguen al pie de la letra para salvar a un paciente-.

El herido se encuentra en la parte trasera de la unidad, no se puede mover, por esa razón, al conteo de uno, dos, tres, fue necesario cargar al paciente para meter entre su cuerpo la camilla rígida –conocida también como tabla- para poderlo sacar.

De la mochila de vías aéreas empiezan a sacar tubos endotraqueales y nasotraqueales así como el aspirador con cánulas de aspiración para brindarle respiración al paciente. Del botiquín de trauma, ya estaban listos los apósitos, gasas, collarín y soluciones diversas para auxiliarlo.

El lesionado es subido a la ambulancia y transportado velozmente a la benemérita institución para su atención. La sirena es encendida y por el radio, “Sierra” explica a su central:

-Indique médico, persona policontundida a punto de entrar en shock.

El paciente está cubierto de sangre y los paramédicos sudorosos continúan con las maniobras para lograr la estabilidad del paciente. La prisa con la que avanza el vehículo les impide moverse. “Sierra” sin perder el equilibrio se acerca a la cara del paciente para constatar que respira y que aunque irregular, el herido tiene pulso y se tranquiliza.

La ambulancia frena bruscamente ante un auto que no escuchó la sirena y luego continúa su camino. Con una mano en el volante y otra sujetando el radio, “Omega” reporta:

-Estamos llegando, central, mándenme apoyo a la rampa...

Llega la ambulancia haciendo un formidable giro para quedar con la parte trasera hacia una puerta que se abre, todos bajan de inmediato, el paramédico no ha dejado de prestar los auxilios al paciente. A cinco metros de distancia, tres batas largas y tres cofias esperan. Ante un esfuerzo de los paramédicos, el paciente es colocado en la camilla móvil y dejado en las manos de los médicos.

Más tarde, “Sierra” mientras se masajea sus brazos acalambrados del esfuerzo realizado durante sus labores de auxilio, comunica a “Omega” que los médicos lograron estabilizar al paciente y ante la noticia “Omega” se alegra.

“Sierra” camina hacia un mesa banco donde “Omega” sentado plácidamente saborea un café. Éste sonríe y le dice, “también hay para ti, anda, tómate uno, pues recuerda que la noche es larga...”.

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