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martes, 5 de junio de 2007

enviado por Ricardo Velázquez


"Preservar la vida"
"Siénteme hermano, cuando pase a tu lado, porque yo, como vos,
llevamos escondida entre nuestras ropas la misma piel de Dios"
Ezequiel Bas. Monje Benedictino



Junio es para los mexicanos el mes donde se celebra a los padres de
familia. Sin llegar a tener aún la trascendencia y el significado
del día de las madres, no es tampoco un día que sea totalmente
intrascendente para las familias, ya que además cada día parece ser
que la paternidad responsable es algo que se vuelve más importante,
sobre todo entre los jóvenes.

Por ello desde aquí nuestra felicitación a todos los padres en esta
fecha que también es muy importante recordar y seguir celebrando.
Pero además de esta fecha, existe otra que aún no tiene la
trascendencia de la primera, pero que si me lo permiten voy a
recordar aquí, para que si Usted conoce a quien desempeña la
actividad que voy a referir, le exprese su reconocimiento.

Brevemente expondré sus antecedentes. Resulta que un 24 de junio de
1859 se libró en el campo de batalla de Solferino, al norte de
Italia; una cruenta batalla entre los ejércitos de la alianza franco-
italiana contra el ejército austriaco. Testigo de los horrores de
esta guerra, donde los soldados heridos no recibieron la atención
adecuada, provoca en el ciudadano suizo, Jean Henry Dunant, la idea
de invitar a crear sociedades voluntarias de socorro cuya finalidad
fuera prestar o hacer que se prestara la asistencia adecuada a los
heridos, plasmándola en un libro llamado "Un Recuerdo de Solferino".
Las propuestas que ahí plasmó Dunant fueron la piedra fundamental de
lo que ahora se conoce como el Movimiento Internacional de la Cruz
Roja y de la Media Luna Roja.

Es por ello que en muchas partes del mundo, el 24 de junio sirve de
marco para honrar la actividad humanitaria de miles de personas que
se dedican a socorrer a su prójimo, conmemorando así el "Día de la
persona Socorrista", y en donde se reconoce la actividad voluntaria
y desinteresada de miles de personas dedicadas a la atención
prehospitalaría de urgencia en las ambulancias, a quienes realizan
actividades de rescate en todo tipo de situaciones, a quienes se
dedican a la atención de personas víctimas de los desastres; a
quienes con sus conocimientos técnicos han hecho posible la
aplicación de la tecnología para disminuir el riesgo de potenciales
zonas con alta vulnerabilidad, a quienes con un poco de calor humano
iluminan la vida de quien padece algún sufrimiento físico o
psicológico.

Desde aquí nuestro sencillo, pero muy sincero homenaje a las mujeres
y hombres que realizan estas acciones y muchas más, con el único
propósito de salvar al prójimo. En especial a mis siempre
entrañables amigas y amigos de la Cruz Roja Mexicana, y de las
Cruces Rojas de América Latina y el Caribe, con quienes he tenido
oportunidad de compartir su espíritu de servicio, muchas ocasiones
siendo testigo de su actitud valiente y arrojada para preservar la
vida de quien se encuentra en peligro de perderla; acompaño estos
pensamientos con las oraciones ecuménicas por quienes se nos han
adelantado en el camino, remontando el vuelo hacia los confines
eternos, donde los ojos del hombre no alcanzan a visualizarlos. Por
suerte nos han heredado el ejemplo de sus vidas y actos ejemplares.

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